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2016 Petición de Oración | Dios mide nuestra fe | Conferencia sobre 1 Juan

 
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Title
   Testimonio de Dr. Jaerock Lee(12) - Por favor, ayúdame a perdonar    
Speaker
   Rev. Jaerock Lee
Pasaje
   
Date
   2008-04-31



Parte Tercera: ¡Oh, Dios!

1. Nueva vida
2. Ayúdame a perdonar
3. Todo mi camino


2. ¡Por favor, ayúdame a perdonar!

La visita al pueblo natal

Toda la familia visitamos a mi padre en su día de cumpleaños el 10 de julio de 1974, fue cuando todos los dolores y disputas habían desaparecido en mi familia y fueron reemplazados por el amor, la paz y la felicidad.
Cuando estaba enfermo, no tenía ganas de ir a mi pueblo natal, puesto que mi familia se sentía muy avergonzado por mí y me trataba como a un inútil. Pero cuando comencé a conocer a Dios, decidí olvidar el dolor emocional del pasado y más que nada quería enorgullecerme de que Dios me había dado una nueva vida.
Estar saludable y feliz era maravilloso. El paisaje, a lo largo del camino, era muy hermoso. Al llegar a la casa de mis padres, nos encontramos con todos mis familiares y parientes. Disfrutamos de la comida y compartimos con los aldeanos, la alegría del cumpleaños de mi padre. Cuando mis padres, hermanos, hermanas y aldeanos me vieron totalmente recobrado, estaban muy sorprendidos.
«Esto es un milagro. Tú tienes suerte ¿Dios, realmente te ha curado? No puedo creerlo, es verdaderamente difícil. Quizás será una coincidencia. Felicitaciones», decía la gente. Y aunque ellos me felicitaban, no creían que Dios me había sanado.
En cuanto mi madre oyó mi testimonio, tiró todos los ídolos y estatuas de Buda que tenía\\\\\\\; se decidió a ir a la iglesia y empezó a hablar a la gente del poder de Dios.
«¿Cómo no creen que Dios sanó a mi hijo? Yo pedía por él a varios dioses, pero todo era en vano. Cuando mi hijo fue a la iglesia con su hermana, recobró la salud inmediatamente. Usted tiene que creer en Dios. Era Dios. Hay un sólo Dios que puede hacer esto. Crea en Dios» decía mi madre.


Mi esposa que abandonó el hogar

Cuando la fiesta terminó, mi madre llamó a mi esposa que estaba ocupada preparando las cosas para volver a Seúl. Mi madre, quien sentía lástima por lo que ella me había dicho, de que era mejor morir, dijo a mi esposa:
«Bok-Lim, tú haz aguantado bien toda esta dificultad. A causa de tu mala suerte, tu esposo se puso enfermo y tenías que mantenerlo, pero ahora él está recuperado. considera que gracias a los sacrificios que haz hecho pudiste evitar un gran desastre. Ahora tú puedes gozar de mejor vida en adelante».
En cuanto mi madre terminó de hablar, la cara de mi esposa estaba asombrada y temblaba.
«Usted quiere decir que yo era la causa de la enfermedad de su hijo?»
Mi esposa que era de mal genio permaneció quieta por un instante. Luego se incorporó y dijo: «Bueno, me divorciaré, si es eso lo que usted quiere». Y ella salió corriendo de casa.
«Cuñada, mi mamá no quiso decirte eso. Por favor, vuelve».
Pero mi esposa no hizo caso y no regresó.
Cuando estaba a la mesa con mi padre y mis hermanos, oí que mi esposa se había ido de casa. Entonces le dije a mi madre:
«Madre, ¿cómo pudo decirle eso? En vez de considerarla por su adversidad, ¿cómo puede decirle que era por su culpa el que yo me haya puesto enfermo?».
Yo sabía que mi madre tenía un carácter fuerte y muchas veces no sabía contenerse y decía las cosas sin pensar.
Esperé y esperé a mi esposa, creí que ella volvería, puesto que salió sin sus cosas. Empecé a preocuparme cuando comenzó a caer la noche.
Mis hermanos dijeron: ¿A dónde pudo ir? Ella volverá. Hablando francamente, tu esposa es demasiado terca y gasta demasiado. Esta es una de las razones por las cuales tú haz sido pobre. ¿Cómo ella se atreve a irse así, enfrente de su suegra? Hay que regañarla esta vez. No podemos perdonarla».
No podía aguantar que insultaran a mi esposa. Había conseguido tener una familia feliz y ahora ¿qué está pasando?
Sentí que toda mi felicidad se rompía, no podía controlarme. Fui corriendo a la cocina y bebí de una vez una botella de aguardiente (un tipo de alcohol que tiene aproximadamente dieciocho grados) y empecé a gritar a mi familia.
«¿Qué saben de nosotros? ¿Creen que me están consolando, criticando a otros? Si no paran, me suicidaré».
Toda mi familia que había estado feliz se sorprendió de mi actitud brusca, y de la amenaza de suicidio. Fui causa de que mi familia sea el hazmerreír del pueblo. Fui a la casa de mi hermana para evitar la vergüenza.
Yo podía comprender lo que mi esposa sentía.
«Ella tenía que estar muy ofendida por lo que dijo mi madre. A pesar de sus servicios durante siete años, por la familia y por mí, mi madre la acusó de ser la causa de la mala suerte».
Tenía que volver a Seúl esa noche con Mi-Young. Pensé que ella podría haber vuelto a la casa en Seúl. En el viaje, sentí que el tren iba demasiado lento. Quería ver a mi esposa lo más pronto posible.
En cuanto llegué a mi casa grité: «¡Querida, somos nosotros. Abre la puerta!».
Esperé pensando que mi esposa saldría a saludarnos, pero nadie contestó. Fuimos a la tienda, pero estaba cerrada. Me sentí vacío y mis pasos eran pesados.


Mi familia destruida

Comencé a preocuparme por el hecho de que mi familia y la felicidad que habíamos encontrado por primera vez en muchos años se estaban rompiendo como la espuma. Aunque la busqué en varios lugares, no sabía donde había ido.
Al día siguiente, mi esposa volvió. Pero se encontraba cambiada. Mi esperanza de que ella no nos abandonaría se hizo añicos.
Mi esposa, con el rostro compungido, me dijo: «Me divorciaré. Ya he empezado el proceso en mi pueblo natal, Mokpo». Su decisión era tan firme que perdí el coraje de tratar de persuadirla de que cambiara.
Sus familiares vinieron al día siguiente para llevarse las pertenencias de mi esposa. Ellos me dijeron: «Ella no pertenece más a tu familia».
Mi-Young que tenía cinco años, tomó la falda de su madre y lloró.
«Mamá, no te vayas. Por favor, quédate con nosotros».
«Quédate serena. No tienes que sentir compasión. No te vuelvas atrás», dijeron los familiares de mi esposa.
Mi esposa estaba presionada por su hija y su propia familia, pero al fin rechazó a su hija. Mi-Young corrió hacia su madre de nuevo y le dijo: «No te vayas, Mamá. ¿Qué podemos hacer si tú te vas?»
Pero mi esposa nos abandonó sin ir marcha atrás. Mi Young siguió el coche hasta perder sus zapatos y le rogó a su madre que se quedara. En cuanto el coche desapareció de su vista, ella vino y me dijo:
«Papá, ella ya no es mi mamá. No voy a llamarla Mamá. No la dejes más entrar en nuestra casa».
Me sorprendió oír hablar de esa manera a Mi-Young. ¿Cómo una niña tan pequeña como ella podía hablar así? Mi sueño se rompió.
Desde el día en que mi esposa se fue, empecé a orar.
«¡Oh, Señor! Mi esposa me abandonó. Por favor, ilumínala para que ella decida regresar y nosotros seamos una familia feliz nuevamente. Por mis hijas pequeñas, por favor, que regrese». Oré durante quince días, y visité a los parientes de mi esposa para ver si ella estaba allí.
Mi suegra me dijo: «Ella ya no es tu esposa. Deja de buscarla. No podrás encontrarla. Te será mejor buscar a una nueva novia para tu segundo matrimonio». Aunque odié a la familia de mi esposa, puesto que ellos aceptaban nuestro divorcio, no podía hacer nada.
Ya que mi esposa nos abandonó, tuve que mandar a Mi-Young con mi madre al campo. Entonces, supe que Mi-Young tenía una enfermedad grave de la piel, y fue internada en un hospital. Oí también que la niña llamaba a su madre mientras estaba inconsciente.
Cobré ánimo para visitar a mi suegra. Pero ella me dijo fríamente: «Mi hija y tú, sienten demasiada carga por Mi-Young, ¿no es verdad? Si Mi-Young muere, tú podrás casarte de nuevo con más facilidad».
Aunque Mi-Young no vio a su madre, se recuperó. Yo no podía aguantar más. Estaba cansado de la adversidad de la vida y estaba cansado de la maldad de la gente. Empecé a seguir una vida corrupta.
Había encontrado con Dios y sabía orar a Él, pero puesto que no ponía en práctica su Palabra, no tenía bastante fuerza para vencer las dificultades. Bebía y bebía mucho. Odié a mi madre que había sido la causa del divorcio. Odié a la familia de mi esposa que no me dejó ver a mi esposa. No podía menos que beber para olvidarme de la gente a quien odiaba.
Fumaba. Fumaba para olvidar la pena de ver a mis hijas que vivían con su abuela, alejadas de sus propios padres. En cuanto conseguía algún dinero, lo gastaba para olvidar las penas.


Cobrar ánimos, sólo contando con Dios

Un poco más tarde grité: No puedo perder la felicidad que he conseguido por primera vez en mi vida!». Dios me había hecho comprender.
«Dios es el que me dio la salud. Él es el único que puede librarme de esta dificultad».
Tenía que admitir que mi matrimonio se rompió. El hogar se forma cuando el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a una mujer (Gen. 2:24). El hogar se rompe cuando el hombre o la mujer abandona el hogar. Tenía que saborear el dolor de la destrucción del hogar, pero no podía abandonar a Dios. Oré a Jesús.

«Vengo a ti a dejar mi yugo.
Vengo a ti después de sufrir el fracaso y la decepción.
Vengo a ti a recibir la bendición de tu cruz.
Vengo a ti para recibir tu consuelo y para recibir fuerza y alabarte.
Vengo a ti para saborear la alegría».

Podía darme cuenta de muchas cosas cuando mi esposa, que formó una carne conmigo y dio a luz a nuestras hijas, me abandonó.
Me di cuenta de que Dios era el único que me amaría y no me abandonaría. Me divorcié. Como ella solía decir cuando yo estaba enfermo: «Me divorciaré cuando tú te recuperes», ella lo hizo. Como Proverbios 13:2-3. «Del fruto de su boca el hombre comerá el bien, mas el alma de los prevaricadores hallará el mal».
Después de que mi esposa se divorció de mí, mi padre se puso enfermo. Mi madre me recomendó que me casase de nuevo. Y le dije a ella: «Madre, no voy a casarme con otra mujer excepto Bok-Lim. Ella volverá».
En contra de mi voluntad mi madre arregló una cita con una futura esposa. He oído decir que la mujer que vino a verme era muy fiel a sus padres y de buen corazón. Simpatizamos el uno con el otro y, sus padres y mis padres apresuraron los preparativos para la boda.
Mientras estábamos preparando la boda, mi esposa volvió. Dijo que tenía algo que decirme. Vino a mis brazos y se deshizo en lágrimas.
«Por favor, perdóname. Todo ha sido mi culpa. Mi pecado es imperdonable, pero perdóname por favor».
Mi amor hacia ella estaba casi desvanecido y yo estaba preparado para mi nueva vida matrimonial. Sólo una cosa había en mi mente: el odio hacia ella.
Pensé qué haría Dios si Él estuviera en mi lugar. Le pregunté.
«¡Oh, Señor!, mi esposa volvió y pide que le perdone. Tú dijiste que perdonar setenta veces siete. ¿Qué puedo hacer? Todavía la odio puesto que nos abandonó. Tengo otro mujer con quiero casarme. ¿Sería mejor hacer las paces con mi esposa por el bien de mis hijas? ¿Qué puedo hacer? ¡Señor! Por favor guíame».
Dije a mi esposa.
«Aunque yo te perdono, mi familia no querrá verte más».
Pero mi esposa me rogó.
«Yo los visitaré y les pediré que perdonen. Si tengo que morir, moriré en tus brazos. Ya no te abandonaré».
Ella era amable, pero terca. Ella no va a ceder, por eso me decidí a perdonarla con la condición de que visitara a los miembros de mi familia y les pidiera perdón. Le dije que su familia también tenía que disculparse por su mal tratamiento.
Mi futura suegra vino a mi casa y me preguntó: «¿No es mi hija bastante buena para eso? ¿Cómo puedes anular todo?»
Cuando le expliqué la situación, ella me entendió bien.


Regreso de mi esposa

Por fin, mi esposa y yo nuevamente formamos un hogar, después de que yo la perdonase a raíz del divorcio. Habían pasado ciento veinte días desde que me abandonó. Durante ese tiempo, Dios convirtió a mi esposa en una mujer amable y apacible. Entendí luego que esto también era parte del plan para nosotros.
A principios de noviembre de 1974, mi esposa volvió con nosotros y empezamos de nuevo a establecer un hogar feliz.
Aunque sufrí mucho a causa del divorcio de mi esposa, no falté a la iglesia los domingos, y pude tener la experiencia de encontrarme con Dios. Pero no podía entender bien la verdad, puesto que no había un guía activa en la iglesia. Cuando nos mudamos a Ok-Su-Dong, participamos en un culto solemne del triduo en la iglesia Sung-Dong.
Mi esposa y yo participamos en los cultos de la madrugada, de la tarde y de la noche. Hicimos ofrendas y sentamos en la primera fila, considerados los asientos de privilegio para pedir la bendición de Dios.
Cuando mi esposa oyó predicar sobre Rut, confesó su pecado con arrepentimiento. Confesó que había abandonado a su familia por causa de un comentario de su suegra. Ella fue con mi madre y le dijo: «Madre, he sido muy mala con usted, en adelante seré una buena nuera como Rut».
Aunque ella le había pedido perdón a mi madre como yo le había mandado, todavía tenía odio hacia mi madre. Mi esposa le pidió perdón a mi madre únicamente porque quería hacer las paces conmigo. Pero esta vez ella se arrepintió sinceramente de su pecado y pidió a mi madre perdón. Además recibí una gracia, dejé de beber y fumar, y empecé a comprender lo que tenía que hacer como un hijo de Dios para agradar a Él.
Empecé a orar para deshacerme de toda inclinación pecaminosa dentro de mí.


Ayúdame a perdonar

El sermón del pastor fue, «Tenemos que amar a nuestros hermanos. Todo el que odia a su hermano no pertenece a la vida eterna, puesto que él, mata a su hermano por odio. Los que no son justos y no aman a sus hermanos no pertenecen a Dios». Esto me enseñó e hizo sentirme culpable.
Oré.
«Jesús, recuerdo que mi suegra me insultaba y me llamaba minusválido y sinvergüenza\\\\\\\; por favor, ayúdame a liberarme de este odio que sienta y ayúdame a perdonar».
«Jesús, odié a mi esposa cada vez que ella se quejaba de que no era capaz de ganar dinero y no era capaz de ser un buen esposo. Jesús, ayúdame a derretir mi odio para que yo pueda olvidar la pena».
«Jesús, odié a los que me despreciaban cuando estaba enfermo. Los odié puesto que ellos no comprendían mi corazón. Ellos me pisaban puesto que yo era una carga para ellos. Por favor, ayúdame a perdonar a todos».
Mi esposa y yo lloramos cada vez que asistimos a la reunión de oración. Lloramos por nuestro pasado triste, lloramos por el amor asombroso de Dios y lloramos en acción de gracia, ya que El nos ayudó a perdonarnos mutuamente.

«Dios que convirtió el odio en amor.
Dios que convirtió el rencor en perdón.
Dios que convirtió la desdicha en felicidad.
Demos gracias a Dios todopoderoso».

A través de una serie de sucesos: la destrucción del matrimonio, divorcio y reunión, Dios sembró en nosotros obediencia y amor a su voluntad.

 
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