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Noticias > Enfoque Manmin |
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| Noticias Manmin No. 30 |
| HIT |
12772 |
| DATE |
2008-10-05 |
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La Esencia de la Alabanza y la Actitud Correcta
La música nos permite experimentar todo tipo de emociones y es como un refrigerio para la vida. Cuando se usa la música con una buena causa, ésta nos trae muchos beneficios; pero en cambio, cuando se abusa de ella, se convierte en un instrumento que conduce a un sinnúmero de personas a la perversión. En cambio, en el Señor, la música enriquece nuestro espíritu y posee la capacidad para embellecerlo todo. Con el propósito de que los espíritus sean renovados y podamos llevar una vida en la que recibamos las respuestas de Dios y Sus bendiciones, esta edición de Noticias Manmin analizará el tipo de alabanza que a Dios le agrada.[Nota del Editor]
Resulta natural para los hijos de Dios alabarlo en gratitud por Su gracia. Nuestro Dios, quien "habita en las alabanzas" (Salmo 22:3), nos consuela y llena de gozo cuando buscamos agradarle a través de una oración con melodía (Salmo 105:2-3); Él sana nuestros corazones quebrantados (1 Samuel 16:23); también nos fortalece y nos ayuda a superar nuestras aflicciones (Hechos 15:25-26); y nos concede las peticiones de nuestros corazones. El mero hecho de alabar no nos garantiza recibir Su bendición, pues es sólo cuando le entregamos ese tipo de alabanza que complace Su corazón que nuestros espíritus prosperarán.
La música fue creada para alabar a Dios
Hallamos en el Salmo 69:31 que "Esa ofrenda agradará más al Señor que la de un toro o un novillo con sus cuernos y pezuñas". No resulta tarea fácil para un hombre sacrificar un toro o un novillo. En los tiempos antiguos, la gente que no era rica ofrecía como sacrificio ovejas o cabras, y aquellos que tenían menos todavía ofrecían palomas o harina. Tengamos siempre en cuenta que Dios se complace mucho más con la alabanza que brota de los profundo de nuestros corazones que con el sacrificio de un toro. Esa alabanza es el sacrificio mas preciado. Desde el principio de los tiempos, un sinnúmero de ángeles han estado alabando la gloria de Dios y los seguirán alabando y adorando por los siglos de los siglos. Puede decirse que la música tuvo su origen para alabar la gloria de Dios, y quien era el encargado de la alabanza en los cielos, el arcángel Lucifer, había sido bendecido para siempre servirle de esa manera, permaneciendo al lado de Dios con su canto y adoración. A Lucifer se le había dado autoridad y majestad, y a diferencia de otros ángeles, se le había también dado naturaleza humana. Con el transcurrir del tiempo; sin embargo, el orgullo comenzó a ganar lugar en el corazón de Lucifer y así se fue corrompiendo y alejándose del diseño original. Fue así que Lucifer acabó por traicionar a Dios, y posteriormente fue arrojado al abismo y cuando llegó el momento, se convirtió en el líder de los ángeles caídos y gobernador de las tinieblas. Antes de la caída, Lucifer era extremadamente hermoso, pero luego su apariencia se volvió espantosa. Hoy en día, al mantener a la gente tan preocupada en cuidar sólo su imagen, Lucifer está luchando por capturar el corazón y la mente de las personas, y así poder gobernar sobre sus corazones.
Lucifer y la música
Entre los músicos, se encuentran aquellos que están siendo manejados por las tinieblas, aun sin darse cuenta. Algunos cubren sus cuerpos con aterradores tatuajes o accesorios, mueven sus cabezas desenfrenadamente, al ritmo de sonidos que hacen estallar los oídos y envueltos en ruidos grotescos que sólo enfatizan su ensimismamiento. Y otros hipnotizan a sus oyentes con extrañas líricas y melodías. A su vez, entre los oyentes también hallamos a aquellos que exhiben signos de grave perturbación. Lucifer, quien estaba a cargo de la alabanza antes de la caída, ha inspirado música mundana con el objeto de engañar el corazón de la gente y recibir su adoración. Cabe aclarar que "música mundana" encierra todo tipo de música, incluyendo la letra o lírica, la melodía y también los cantantes que interpretan las canciones, la cuales no son apropiadas ante los ojos de Dios. Por otro lado, existe mucha música que describe de una manera hermosa los caminos de la vida y le recuerda a los oyentes la belleza de los cielos. Salvo en circunstancias especiales, las personas que verdaderamente aman sólo a Dios y sostiene una ardiente esperanza por el cielo se mantiene alejados de la música mundana. Sin importar cuan buena música pueda ser, estas personas se esmeran por escuchar únicamente canciones que alaban a Dios y que les da un esperanza por la vida eterna. Más aún, es conveniente guardarnos del tipo de música que pueda llegar a desviarnos del amor al Señor y empujar nuestro corazón hacia las cosas del mundo. Al aprender que el origen de la música es alabar a Dios y que Él se deleita en recibir nuestras alabanzas, también hallaremos mucho gozo en escuchar y cantar canciones de alabanza y adoración y no música mundana.
La Alabanza que agrada a Dios
A Dios no le interesa nuestra apariencia exterior, sino nuestro corazón. Además, Dios pone un énfasis mayor en nuestra fe, amor, obediencia y en el grado en el cual la persona le adora y vive por la verdad, y no se deja cautivar por la habilidad artística o la gran voz de una persona. La alabanza conlleva nuestra fe en Dios y nuestro amor por Él; significa declarar con todo nuestro ser, voz y cuerpo, que Él es el Creador. En Apocalipsis 14:1-3, encontramos una escena donde 144.000 mártires evangélicos durante la Tribulación de los siete Años entonan un cántico nuevo ante el Trono de Dios, las 4 criaturas vivientes, y los ancianos. Estos mártires, dispuestos a morir por el Señor. La escritura nos dice que era "como el sonido de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas". El Dios de santidad anhela que cada uno de sus hijos tenga un corazón puro y santo, donde la maldad no tenga cabida. Cuando las personas alaban a Dios y buscan la fortaleza del Espíritu Santo, entonces podrán ser guiados por el Espíritu Santo. En esos momentos, recibirán la fortaleza para vencer al mundo, y despojarse del pecado, a medida que su fe, esperanza y amor en sus corazones crecen cada día más. Para ello, se necesita orar con fervor y esforzarse por llegar a tener un corazón santificado. Asimismo, uno debe hacer el bien en todo, buscar la paz para con todos y que de nuestra boca sólo salgan palabras de bendición. Cuando nuestra alabanza agrada verdaderamente a Dios, entonces Él se mueve a nuestro favor, nos toca, nos habla, y nos llena del Espíritu Santo derramando su gracia santificadora y contestando las peticiones de nuestro corazón.
La alabanza enriquece nuestra vida
En Hechos 16, encontramos una escena donde la alabanza de los prisioneros Pablo y Silas abrieron las puertas de la cárcel y rompieron las cadenas que los ataban. Cuando Pablo y Silas se hallaron en valle de sombra de muerte, sus corazones nunca dudaron de Dios y así pudieron ofrecerle alabanzas de gratitud desde lo profundo de sus corazones. Cuando sus alabanzas traspasaron la oscuridad de la prisión e hicieron que aun el edificio se sacudiera, es porque habían llegado al Trono de Dios y sacudido los cielos. En 2 Crónicas 20, hallamos el relato del incidente en donde los hijos de Moab y los de Amón formaron una alianza e invadieron Judá durante el reinado del Rey Josafat. Durante la invasión, Josafat "designó a los que irían al frente del ejército para cantar al Señor y alabar el esplendor de su santidad con el cántico", y así hizo que lo alabaran. Josafat demostró su fe y confianza estaban en El Señor, quien luego le concedió la victoria al hacer que sus enemigos se pelearan entre sí. También leemos en 1 Samuel 16 sobre el espíritu malo que atormentaba al Rey Saúl y como cuando David tocaba el arpa, ese espíritu se apartaba de él.
El tipo de alabanza que le agrada a Dios dispersa las tinieblas, trae a luz las soluciones para varios de nuestros problemas; y a medida que nuestro espíritu prospera, también nos permite recibir sus respuestas y bendiciones. Por eso, la alabanza que le ofrecemos a Dios debe ser una confesión de nuestra fe desde lo más profundo de nuestro corazón, y por medio del amor que Dios mismo derrama en nuestro espíritu; así nuestras vidas se vuelven prosperas, tanto en lo espiritual como en lo natural.
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