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| Noticias Manmin   No. 159 | HIT 8499 | DATE 2014-02-23
 
Amor para el mundo_Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida



Luego de que Dios creara los Cielos y la Tierra y todas las cosas en ellos; y creara a Adán y a Eva, los bendijo para que se fructifiquen y multipliquen, y que llenaran toda la Tierra y la gobernaran; y que tuvieran dominio sobre los peces del mar y sobre las aves de los cielos y sobre cada criatura viviente sobre la faz de la Tierra. Después de un largo período de tiempo, Adán y Eva cayeron en la tentación de la serpiente astuta y cometieron el pecado de desobediencia al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Como resultado de ello, el espíritu de ellos murió y su comunicación con Dios fue interrumpida. La autoridad para gobernar sobre la Tierra fue transferida al enemigo diablo y Satanás.


Razón por la cual debemos despojarnos del amor por el mundo

1 Juan 2:15-16 dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”. Si nosotros amamos el mundo, el amor de Dios no está en nosotros; si amamos al mundo no podemos entender la voluntad de Dios y actuar en consecuencia.

Aquellos hijos de Dios que han recibido el Espíritu Santo se dan cuenta del amor de Dios y comienzan a amarlo. No obstante, poseer amor por Dios no necesariamente significa que ya han desechado todo el amor por las cosas de este mundo. Ellos crecerán continuamente en su amor a Dios en la medida que desechen su amor por el mundo.

Entonces, ¿qué es exactamente ‘amor por el mundo’ el cual debemos desechar rápidamente para amar a Dios con gran deseo?


Primero, los deseos de la carne

En este caso ‘la carne’, en un sentido espiritual, es la naturaleza pecaminosa combinada con el cuerpo de las personas. Los ‘deseos de la carne’ son los atributos falsos que pueden ser revelados en acciones, aunque no se expresen exteriormente. Es la naturaleza pecaminosa del corazón que está tratando de ser manifestada externamente. En pocas palabras, es el deseo de cometer pecados.

Para desechar los deseos de la carne, tenemos que deshacernos de los pensamientos carnales. Debemos cambiar nuestros pensamientos malignos y sentimientos que Dios aborrece, por buenos pensamientos y sentimientos. Al mismo tiempo, tenemos que sacar la naturaleza pecaminosa.

Con el fin de desechar la naturaleza pecaminosa conocida como ‘envidia’ de su corazón, usted tiene que recordar su actitud mental y los sentimientos que tenía en el momento de sentir envidia. Luego debe orar con respecto a ello; debe hacerlo fervientemente hasta que esos sentimientos y pensamientos de envidia desaparezcan completamente. En este caso, el asunto es que usted no debe aceptar más ‘carne’ del mundo.


Segundo, los deseos de los ojos

Los ‘deseos de los ojos’, son la naturaleza que agita nuestro corazón y hace que sigamos las cosas de la carne a través de lo que vemos y escuchamos. Desde el nacimiento, mientras las personas crecen, todos ven y oyen cosas que obran en sus corazones y que afectan a sus sentimientos a medida que entran en el corazón. Esto causa los deseos de los ojos. Si usted recibe el ingreso de la falsedad constantemente sin detenerla, esto conduce a los deseos de la carne y su resultado es que se cometan pecados.

Por lo tanto, no debemos ver y oír cosas que no son de la verdad, y no hay que ir a los lugares donde la falsedad está fácilmente disponible. Además, tenemos que preocuparnos de guardar nuestro corazón para no aceptar las cosas que son parte del mundo. A pesar de que usted ayuna y ora para ser santificado, siempre y cuando se mantenga aceptando los deseos de los ojos, no podrá realmente desechar la naturaleza pecaminosa. Esto hará que su lucha sea aún más difícil y más dura.

Por consiguiente, después de que hemos tratado de detener que los deseos de los ojos entren en nosotros, es importante ayunar y orar con el fin de desechar la naturaleza pecaminosa de nuestra vida. Luego, Dios podrá darle la gracia y la fortaleza, y podrá recibir respuestas en la inspiración del Espíritu.


Tercero, la vanagloria de la vida

Esta ‘vanagloria de la vida’, es la naturaleza que intenta darnos a conocer haciendo alarde de uno mismo al buscar la autoindulgencia de los placeres. Cuando una persona tiene la naturaleza de esta vanagloria de la vida, va tras la riqueza, la fama, el conocimiento, el poder social, el talento y la apariencia como lo que más se valora en la vida. No obstante, estas cosas jamás pueden darle el verdadero valor de la vida, sino que al contrario, debido al deseo de exaltarse a sí mismo, se pondrá en contra de Dios y finalmente caerá a la muerte eterna.

Después de desechar la carne banal, la vanagloria de la vida y cuando toda lujuria desaparezca, podremos seguir solo la verdad. 1 Corintios 1:31 dice: “Para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor”. Este tipo de jactancia es para presumir o gloriarse de las obras de Dios. Además, es para sembrar la fe y la esperanza en los corazones de los oyentes y para dar gloria a Dios. Si nosotros nos gloriamos en el Señor de esta manera, Dios es glorificado y Él nos dará más bendiciones en lo espiritual y lo material.

Jesús, en Lucas 16:13, nos dice: “Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.

Jesús también habló acerca de un hombre rico que cayó en el Sepulcro Bajo debido a su amor por el mundo, y de Lázaro el mendigo, quien entró al seno de Abraham. Esto significa que si amamos al mundo, el amor por Dios no mora en nosotros, somos negligentes con la Palabra de Dios y no podemos sino finalmente ser abandonados.

Por consiguiente, debemos ser capaces de discernir las cosas que pertenecen al mundo, desechar los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, y actuar en la voluntad de Dios. Al hacer esto, podremos morar en el eterno Cielo, como el sol que brilla en la gloria.


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