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| Noticias Manmin   No. 69 | HIT 9170 | DATE 2010-04-25
 
Dios respondió la oración de mi madre cuando ella le pidió que Él sea mi Padre



Diaconisa menor Nami Shimizu (Iglesia Manmin Tabata de Tokio)

Madre e hija: Diaconisa mayor Jihye Shimizu y Diaconisa menor Nami Shimizu.

Soy un ama de casa de 29 años. Vivo en la Prefectura de Saitama, cerca de Tokio, Japón. Si no hubiese conocido al Dios vivo, seguiría siendo atormentada por la enfermedad que me tuvo cautiva por diez años. Pero ahora, estoy agradecida de Dios porque me ha sanado y me ha dado fortaleza espiritual, y me veo rejuvenecida.

Pleitista por la discordia en casa

Yo era una pleitista. A partir del divorcio de mis padres y de la discordia en el hogar, yo me torné muy rebelde, y al tener amistad con otras personas pleitistas, caí en un hoyo aún más profundo. Fue expulsada del colegio en el primer año y me ví forzada a buscar otro colegio, del cual también fui expulsada más tarde.

Mi madre, la Diaconisa mayor Shimizu Jihye había venido a Japón para ganarse la vida cuando yo estaba en segundo grado. ¿Pueden imaginarse cuán dolida se habrá sentido al escuchar que su hija había sido expulsada del colegio en sus años de adolescencia? En octubre de 1998, ella me trajo a Japón; empecé a adaptarme a una nueva vida en un nuevo país, y comencé la escuela secundaria a la edad de 17 años.

A la edad de 23 años ingresé al Instituto de Enseñanza Superior para estudiar "Secretariado", y al finalizar mi primer año trabajé como intérprete/traductora de coreano en la fábrica de electrónicos Panasonic.

Pienso que el hecho de no enfrentar mayores dificultades en Japón fue el resultado de la oración de mi madre. Ya que ella se sentía tan mal por mi causa en todo tiempo, se esforzaba por hacer por mí cualquier cosa que podía y jamás olvidó clamar a Dios por su hija. "Dios, por favor permite que mi hija Nami acepte al Señor. Ella ha crecido sin su padre, por favor, ¡se su Padre!"

Reconociendo el amor de una madre por medio de endometriosis y neumotórax

Mis dolores menstruales habían sido muy fuertes desde los años de colegio, pero yo pasé años simplemente pensando que mi dolor era un poco más fuerte que el de mis compañeras. Luego, en el año 2003 se me diagnosticó endometriosis. El ovario izquierdo estaba muy inflamado, y si continuaba así, el médico indicó que tendría que ser extirpado. No obstante, siempre y cuando yo pudiera resistir los dolores menstruales, el resto estaba bien.

Entonces en diciembre de 2008 tuve un resfriado y mi pecho empezó a dolerme mucho al toser. Se me diagnosticó neumotórax (presencia anormal de aire en la cavidad pleural, cuyo resultado es el colapso del pulmón; puede ser espontáneo, debido a una herida en el pecho, o inducida como tratamiendo de tuberculosis). Necesitaba someterme a una cirujía en la que se punzaba mi pecho izquierdo y se insertaba un tubo para sacar el aire. Se descubrió también que esta condición había sido una consecuencia de la endometriosis.

Desde ese entonces tuva una recidiva de neumotórax. Sin embargo, ya que la cirujía necesaria requirió la apertura de mi pecho y ya que la cirujía no garantizaba una recuperación completa sino que más bien iba a dejarme una cicatriz muy grande, se me dijo que era mejor que no me sometiera a dicha cirugía. Un método alterno fue el dejar de tener mis períodos menstruales, pero ya que yo no estaba casada en ese entonces, yo decidí esperar.

Fui atormentada casi la mitad de cada mes por la endometriosis acompañada de neumotórax. Una semana antes de tener mis períodos menstruales empezaba a sentirme hinchada y me dolía cada hueso y cada coyuntura. La preocupación mayor fue que, en calidad de alguien que amaba la comida, me torné excivamente sensible al olor de las comidas y no podía ingerir nada, al igual que una mujer que experimenta las nauseas del embarazo. Además de esto, mi estómago sentía dolor constante y literalmente me arrastraba hacia el baño. No podía ir al trabajo por lo menos dos días al mes; sentía que mi estómago y mis intestinos eran escurridos.

Cuando terminaba el doloroso período menstrual, sufría una recidiva de neumotórax un par de días más tarde. Durante cinco días sentía una fuga de aire de mi pulmón derecho. Tenía falta de aliento, incluso tras caminar por pocos minutos, y no podía caminar en exceso, aún menos, hacer ejercicios. Hubo muchas noches que no pude dormir.

Supongo que maduré al enfermarme. Cierto día, recuerdo que mi madre y su misericordia inundaron mi corazón. Pensé que quizás había tantas cosas que ella simplemente no podía decirle a los demás, y entonces empecé a llorar de modo incontrolable mientras pensaba en cuán impotente se habrá sentido ella en varias ocasiones.

"¡Mamá, lo siento! Todo esto es mi culpa. Lamento haberte causado tantas dificultades todos estos años. Gracias, mamá. Seré una buena chica desde ahora en adelante".

La lectura del libro Infierno cambió mi vida

Mi madre empezó a asistir a la Iglesia Manmin Tabata de Tokio en enero de 2004. Su esperanza era que yo también empezara a asistir a la iglesia algún día, pero yo no me esforzaba por ir los domingos. Ella oró por mí, y por muchos años me pidió que fuera con ella.

Después de recibir una copia del libro titulado Infierno, escrito por el Dr. Jaerock Lee, empecé a leerlo y mi vida comenzó a cambiar. Pensé que ya no debía abrir mi corazón al mundo sino que debía creer en Dios y llegar a ser una buena creyente.

Entonces empecé a asistir a la Iglesia Manmin Tabata de Tokio. Mi corazón sentía paz una vez que comencé a asistir. Ya que el Pastor Principal estaba predicando una serie de mensajes titulada "Infierno" en aquel entonces, sus palabras traspasaron mi corazón, aún más profunda y agudamente. Al ver señales y maravillas bíblicas, al igual que las obras de sanidad de Dios manifestarse a través del Pastor Principal, empecé a reconocer y distinguir la fe verdadera e hice todo esfuerzo para poseer fe espiritual por medio de la cual pudiera vivir mi vida según la Palabra.

Al obedecer la Palabra de Dios que me decía que "hiciera esto", "evitara aquello", "guardara esto" y "desechara aquello", podía sentir mi corazón transformado. Mi cuerpo también comenzó a mejorar poco a poco.

Formé una familia armoniosa y recibí la sanidad de Dios

En abril de 2009 empecé una familia armoniosa con un hombre al que conocí en una reunión de coreanos residentes en Japón. Ese octubre asistí a una Reunión del Pañuelo conducida por el Rev. Kyeongtae Jeong. Yo escuché la voz del Espíritu Santo en todo lugar, susurrándome al oído: "Cuando tu fe se fortalece, tu cuerpo también se fortalece". Regresé a mi asiento y comencé a orar. En ese momento, de manera semejante a una ráfaga de luz, todos los pecados y defectos que había tenido hasta ese entonces se cruzaron por mi mente y yo rendí mi corazón en arrepentimiento. Desde ese día no he sentido ni detectado ningún síntoma de endometriosis ni neumotórax.

"¡Me siento bien! ¡Deseo comer, deseo comer!"
Sentía muchos deseos de comer y no sentía dolor en lo absoluto. Le dije esto a mi madre y al Rev. Kyeongtae Jeong también. ¡No hay palabras para explicar cuán maravillados estaban los miembros de la iglesia!

Soy la más feliz y siento mucha paz los domingos al adorar a Dios y compartir en confraternidad con mis hermanos y hermanas en Cristo. Sirvo a la iglesia como ayudante en la lectura de la letra de los cánticos de alabanza para la congregación antes de los Servicios Dominicales Vespertinos y de las Reuniones de Oración de Daniel.

"Ahora que he llegado a la Nueva Jerusalén y he pasado las puertas de perla, en ráfaga de luz pasan ante mis ojos los eventos del pasado".

Cada vez que canto estas palabras recuerdo el pasado, y solamente puedo dar gracias al Señor que me ha servido, y me conmueve el tierno amor del Pastor Principal.

Cada vez que me alegro y canto cada verso de los cánticos de alabanza, me encuentro a mí misma derramando lágrimas desde el fondo de mi corazón.


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