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| Noticias Manmin   No. 141 | HIT 7446 | DATE 2013-05-26
 
Las cuatro raíces más grandes de la maldad en nosotros



Proverbios 17:3 (LBLA), dice: “El crisol es para la plata y el horno para el oro, pero el SEÑOR prueba los corazones”.
Para poder recobrar la imagen de Dios que el hombre perdió y así entrar a la Nueva Jerusalén, el lugar de morada más hermoso en el Cielo, necesitamos alejar cada forma de maldad de nuestro corazón. No obstante, no es fácil descubrir y alejar la maldad que está enraizada profundamente en nosotros, por eso Dios permite las pruebas.
¿Cuáles son las raíces de maldad más grandes de las que debemos despojarnos?


1. Falsedad, la carencia de veracidad

Si una persona carece de veracidad, ésta siempre mentirá. No cumplirá sus promesas a los demás ni a sí mismo y exagerará o subestimará los hechos.
Algunas personas mienten a propósito para engañar a los demás, y otros lo hacen de manera habitual y se sienten motivados a inventar mentiras. En muchos casos ni siquiera saben que están mintiendo.
“Jesús dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo” (Mateo 26:34-35). No obstante, Pedro negó a Jesús tres veces antes de que el gallo cantara esa misma noche.
Claro está que Pedro pensó que hablaba las palabras con su corazón, pero no pudo cumplir lo que había dicho por el temor cuando enfrentó la realidad de sus palabras. Si el hombre tiene falsedad que permanece en él, no podrá tener certeza de sus propias palabras y tampoco podrá cumplir sus promesas. De este modo, debemos descubrir la naturaleza de la mentira y alejarla para convertirnos en personas con integridad.


2. Apartarse del camino correcto, el deseo de buscar el beneficio de uno mismo sin cumplir la voluntad de Dios

‘Apartarse del camino correcto’ significa que no se actúa de manera correcta. Es cuando el corazón, pensamientos y acciones no son correctas. Si todas las personas cumplieran la ley y el orden, no habría problemas en la sociedad. De igual manera, los hijos de Dios deben vivir de acuerdo con la Palabra de Dios escrita en los 66 libros de la Biblia ya que son ciudadanos del Cielo.
El hecho de no caminar en el sendero correcto hace que las cosas salgan mal y causa que uno sea tentado por las pasiones y deseos personales para obtener beneficios y asumir cosas injustas. Abraham pagó el precio completo por el campo para el entierro de Sara a pesar de que los hijos de Het trataron de dárselo gratuitamente (Génesis 23:13).
Daniel y sus tres amigos no se comprometieron con la falsedad sino que caminaron solo por el camino de la justicia. Mientras hacían esto, Daniel fue lanzado al foso de los leones y sus tres amigos fueron echados a un horno de fuego. Sin embargo, no fueron lastimados en absoluto, ni siquiera uno de sus cabellos se quemó, y glorificaron a Dios en gran manera (Daniel 6:16-23; 3:19-27).
Usted podrá caminar por el sendero correcto cuando no busque su propio beneficio ni escatime su vida siempre y cuando sea la voluntad de Dios. El apóstol Pablo vivió esta vida y caminó por el sendero correcto en cualquier tipo de dificultad, por eso pudo decir: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1).


3. Engaño, no cumplir las propias palabras ni guardar el corazón

Si no se cumple lo que se ha planeado hacer o se cambia de planes en base al beneficio o ventajas propias, significa que se tiene engaño en el corazón. Sin importar cuán pequeño sea el cambio, si se cambia de planes, es porque se tiene un corazón engañoso.
La naturaleza con la que no se está firme en algo corresponde al corazón astuto. Este tipo de personas fácilmente cambian de planes. Incluso traicionan a los demás aunque parece que trabajan juntos con fidelidad en un principio.
Si usted tiene este tipo de corazón, le será fácil caer en las tentaciones del mundo como son la fama, autoridad y ganancias económicas. Así, en la medida en la que alejemos el engaño de nuestro corazón y cultivemos la veracidad, podremos ser usados para el reino de Dios en gran manera.
Por lo tanto, debemos cumplir nuestras palabras sin cambiar lo que hemos establecido en el corazón. Si se considera esto como algo insignificante y no se lo cumple, no se podrá construir una relación de confianza con Dios. En la medida en la que cumplimos nuestras promesas a los demás y a nosotros mismos, y al actuar en ellas, nos despojaremos del engaño y la veracidad llenará el corazón.


4. Despreciar, al no ser capaz de considerar a otros más importantes que uno mismo

Si usted desprecia a alguien o algo, no tiene respeto por ello o piensa que no es de importancia. Si posee autoridad, desprecia a los demás con ella y abusa de ellos. Se puede decir que todas las acciones causadas por la arrogancia son de desprecio.
En la medida en que se haga algo para los 'pequeñitos', se lo hace para el Señor. Amar al prójimo es amar al Señor. Así, si se desprecia a los demás, se demuestra que se desprecia a Dios. Cuando los israelitas le pidieron a Samuel que designara un rey para ellos, Dios le dijo que estaban rechazando a Dios como su Rey, según lo escrito en 1 Samuel 8:5-7. Y cuando el pueblo de Israel murmuró en contra de Moisés, Dios dijo que sus murmuraciones no eran en contra de Moisés, sino en contra de Él (Éxodo 16:8).
Como leemos en 1 Corintios 12:20, debemos guardar en nuestro corazón que los miembros son muchos pero el cuerpo es uno solo en el Señor. Cada uno de nosotros es un miembro de la iglesia que es el cuerpo de Cristo. Si los miembros sienten desprecio entre ellos, el cuerpo se sentirá incómodo en todo tiempo y no podrá funcionar bien.
Cada miembro del cuerpo tiene su propio rol y no hay ninguno entre ellos que no es importante. Esto nos dice que no debemos sentir desprecio por los demás, ni siquiera cuando son maleducados, sin modales y pobres. Esto sería como si la boca le dijera a los ojos que “no son necesarios para el cuerpo”. Si el cuerpo no tiene ojos, sin embargo, todo el cuerpo, al igual que la boca, no podría evitar perderse y caer en un hoyo. Esto sería algo necio.
En Filipenses 2:3 leemos: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”. Por consiguiente, si se consideran unos a otros como más importantes que a sí mismos y los sirven, jamás podrán ignorarlos. No deben olvidar su posición y labor, y aunque sean amados por los demás y reconocidos por ellos, se debe mostrar una actitud humilde y acciones con firmeza.


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